Viajar te transforma. Te hace más humano. Te hace desandarte, conocerte mejor y comprender lo transitorio de la vida, pero al mismo tiempo, lo magnífico de ella. Viajar te ayuda a crecer. Aclara tu mente. Te hace más consciente, más independiente y libre. Te hace explorar geografías nuevas. Viajar te hace vivir de modo distinto. Te saca de la rutina, de tu zona de confort y te hace tomar riesgos. Conoces la libertad que solo el romper hábitos y cadenas ofrece. Altera tu sentido de familiaridad y contribuye positivamente al desapego. Amplía tu definición de familia, casa, amor, éxito, felicidad. Aprendes a ser humilde y valiente a un mismo tiempo. Te expone a situaciones imprevistas. Te hace más vulnerable, pero a la misma vez te vuelve más ágil reaccionando ante situaciones de amenaza o peligro. Te enseña a parirte desde otros espacios, a defenderte, a escoger tus batallas.
Te enseña las caras de los otros y las tuyas. Cuando viajas conoces mejor a los que te rodean. Conoces sus miedos, inseguridades, debilidades y fortalezas. Las máscaras se desprenden de sus gentes. ¿Quieres conocer a alguien? ¡Viaja! Así podrás percibir sus verdaderos matices y todas sus capas sociales. Viajar te obliga a engavetar tu ego. Descubres la futilidad del aparentar. Mantener apariencias es un ejercicio complicado en territorios desconocidos. Eres lo que eres. Nadie conoce tu biografía. Cuando viajas, el otro eres tú. Te conocerán salvo por lo que puedan grabar y leer de ti, por una mirada afectuosa o temerosa, o por una afable sonrisa. Viajar te enseña que no eres el centro del universo. Eres uno entre billones, pero puedes ser un uno significativo entre ellos. Te permite reconocer que vivimos sumidos en una ignorancia perpetua, creyéndonos todo lo que pensamos, lo que no somos, representando papeles para complacer a otros que nunca estarán totalmente satisfechos.
Cuando viajas te sientes más completo, más vivo. Viajar te enseña a apreciar mejor lo que tienes y lo que no tienes. Valoras detalles que antes pasaban por desapercibidos. Amas tus piernas porque te permiten recorrer diez, doce o trece millas. Te permiten moverte, correr tras ese bus o ese tren que necesitas tomar. Valoras cada parte de tu cuerpo. Valoras tus pulmones y el aire que respiras cuando escalas una montaña durante horas. Valoras tu voz porque puedes comunicarte sin hablar el mismo idioma. Amas la vista, esa que apenas ofrece reposo ante el asombro y la belleza. Valoras tus oídos que te permiten emocionarte al escuchar la extraordinaria melodía de un violinista. Las pequeñas cosas se vuelven magníficas y las grandes se tornan monumentales. Viajar te brinda seguridad y confianza en ti. Si puedes recorrer estos caminos ¿por qué amilanarse ante lo conocido?
Viajar te sensibiliza. Te enseña que la belleza que se encuentra ahí afuera se hallará ahí en la medida en que habite dentro de ti. Te enseña a valorarte, a ver y a buscar dentro de ti. Te enseña a contar contigo antes que nada ni nadie. Te enseña a apreciarte. Te enseña a soñar. Te inspira a volar. Te convoca a reír, a sentir… intensa y dulcemente. Viajar te enseña el arte de andar ligero física y emocionalmente. Es una invitación perpetua a lo nuevo, una aventura constante. Aprendes que muchas veces aquello que planificas no sale como esperabas y lo no planificado termina siendo más encantador. Te enseña a fluir constantemente, a moverte, a ser paciente, a tomar mejores decisiones. Te enseña a improvisar y a amar sin armar el día a día. Viajar reajusta tus límites de tolerancia, te obliga a cuestionar lo “correcto” y lo “incorrecto”. Te incita a despojarte de tantos porqués y te invita a abrazar lo que es, el presente. Agradeces lo bueno y lo malo que has experimentado, porque todo te ha conducido hasta allí. Te enseña a adaptarte más fácilmente a las circunstancias. Aprendes a ser flexible. Te enseña a juzgar menos. Te hace más feliz. Te vuelve experto coleccionando memorias, aromas, lugares y sonidos en lugar de cosas. Viajar te hace más fuerte. Cuando viajas te perteneces. Eres tú, eres el viento, eres el sol, el cielo, la lluvia, el mar, ese mar… las estrellas, eres el amanecer, el ocaso. Viajar te reinicia. A ti ¿qué te ha enseñado viajar?
7 lecciones aprendidas al viajar según Jay Shetty:
1. Viajar te hace un mejor aprendiz.
2. Viajar te hace más perpicaz.
3. Viajar incrementa tu fe en la humanidad.
4. Viajar te hace más creativo.
5. Viajar amplía tu perspectiva.
6. Viajar te hace más feliz.
7. Viajar te hace más paciente.