PUEDE QUE…
Puede que usted haya ido o no haya ido a Machu Picchu, o, puede que lo haya visitado más de una vez. Pero yo les voy a contar el porqué nuestra experiencia fue única en todo el sentido estricto de la palabra.
En primer lugar, no tenía planeado ir a Perú. Sin embargo, una vez en Bolivia, el entusiasmo por llegar un poco más allá y conocer, me encaminaron hacia allá. Un día antes de salir a Perú, una amiga peruana, que vive en Florida, me puso al tanto sobre unas protestas y huelgas de maestros que se estaban llevando a cabo justo en la zona a la que me dirigía.
Miles de maestros se habían tirado a las calles hacía más de 30 días, reclamando un aumento salarial. Los maestros bloquearon con piedras las vías del tren que lleva a miles de turistas a diario a Machu Picchu, entre otras medidas de protestas que afectaron las zonas estratégicas para el turismo, como son los aeropuertos y otros lugares de interés. El gobierno declaró 5 distritos zonas de emergencia, incluyendo 2 a los que iría: Puno y Cusco.
EN BUSCA DEL MANUAL PARA DISUADIR A VIRGO
Tenía dos alternativas: a) regresarme a Argentina. Lo que nos tomaría poco más de 50 horas en bus o comprar un vuelo desde La Paz, Bolivia, los cuales eran más costosos que salir desde Perú; b) tomar el bus a Puno (3 horas desde Copacabana, Bolivia) y de ahí a Cusco (7 horas).
Frente a este panorama y ya en la frontera con Perú, nos encaminamos hacia Puno. Total, si estaban vendiendo pasajes en buses implicaba que se podía pasar, ¿no?
Después de una magnífica visita a las islas Uros en Puno, salimos de la terminal de buses rumbo a Cusco a las 10 pm. Mi Paolita se enfermó del estómago y a mí ya me estaba dando el glú glú glú.
CRÓNICA DE UN BLOQUEO ANUNCIADO
Salimos. Tres horas después, el bus se detuvo en la carretera. Después de casi una hora de esperar a ver si el chófer y compañía nos comunicaban algo, decido bajar a preguntar qué estaba pasando. Los manifestantes nos cerraron el paso a la altura de Ayaviri. NO HABÍA PASO. Era la marcha por el agua de los mineros. Gran parte del bus venía repleto de turistas que no hablaban español y unos pocos nacionales que, para mi asombro, estaban inertes allí. Esto era mala señal, con excepción de una española que ya la había escuchado protestar.
CUANDO SE DESPIERTA, SE DESPIERTA
Rabia, frustración, ansiedad, incomodidad, malestar corporal y espiritual. Todo se juntó a la hora de dirigirme al staff y decirles qué ellos sí sabían que nos tenían el paso bloqueado, pero que continuaron vendiendo los pasajes. Después de un toma y dame y una entrega de sapos y culebras verbal, me regresé a mi asiento. En estos escenarios, todos los códigos se suspenden. Minutos más tarde, nos comunican que tendríamos dos alternativas: podíamos mantenernos en el bus lo que durara la protesta (¡no, no, no! Ya me habían dicho que la gente de Puno era radical) o bajarnos del bus con nuestras pertinencias y caminar hasta cruzar el pueblo y hacer un trasbordo al otro lado.
Bajamos con los motetes: una maleta grande, una pequeña y una Samsonite criolla que había comprado en Bolivia.
CRUZANDO LA NADA A LAS 2:00 AM
Había algo que me intranquilizaba. ¿Cómo esta gente nos pedía cruzar la línea de protesta? ¿Y si cruzábamos y la cosa se tornaba violenta? Allí estaba el primer grupo reunido en el medio de la calle. Tenían una fogata encendida y ellos estaban calentándose, cubiertos y cubiertos de mantas, y algunos con máscaras. Sus ojos nos seguían hasta que la luz de la fogata se desvanecía en nuestro caminar. Los dejamos atrás. Así fuimos encontrando en el camino rocas y postes atravesados en la calle, y grupo tras grupo. El frío helado nos entumeció los dedos de las manos y de los pies. Vomité. Todos pararon. El poder del vomito. “–Es la rabia que se le fue al estómago. Mastica esta coca,” decía una de las pasajeras con buena intención. “-Es soroche,” decía alguien. “-Masca las primeritas y escúpelas porque las primeras son amargas, pero el juguito retenlo.” “-Tómate esta pastillita para el dolor de la cabeza.” “-Pero pregúntale si es alérgica a algo.”
Paola y yo cambiamos papeles. Ella pasó a ser la adulta y yo la niña. El malestar me tenía sin habla y nada podía responder. El empleado con el que había discutido en el bus tomó todas nuestras maletas y las cargó.
NOS MINTIERON
Eran las 5:00 am cuando llegamos al bus. Caminamos 3 horas con ese frío glacial bajo cero. Subí. Lloré. Me dormí.
LLEGAMOS A CUSCO, ¿AHORA QUÉ?
Cuando llegamos a Cusco, saqué energías de donde no tenía para coordinar mi visita a Machu Picchu al día siguiente. Encontré esta pareja que me arreglaron todo. Para prevenir bloqueos que ya venían pasando, nos buscaron a las 3:30 am. Si usted no ha ido a Cusco, puede ir a Machu Picchu de 3 maneras: en tren, en auto o caminando. El tren es la opción más costosa, pero tarda una hora y cuarenta y cinco minutos. El auto toma una ruta bastante accidentada y peligrosa y tarda 7 horas y luego 3 caminando. Y si decide hacer el camino del inca tarda 4 días en llegar. De Cusco se sale a Ollantaytambo, que es donde queda la estación del tren. La idea era que teníamos que salir en el primer tren, porque los que salen más tarde serían bloqueados.
Los huelguistas de Cusco, me dijeron varias personas, son diferentes a los de Puno. Suelen hacer las manifestaciones en horas laborales. Nuestro tren saldría a las 6:40 am. Rogué a todos los Santos y montañas que los huelguistas no madrugaran y tomaran nuestro tren. Viajé con el corazón en la boca. Blanca del susto me puse cuando el tren se detuvo y vi gente en las vías. Falsa alarma. Era una parada obligatoria que hace y aquellos eran locales.
WE MADE IT!
Llegamos a Aguas calientes, que es el pueblo de Machu Picchu. Nos tocaría esperar 5 horas para nuestro turno de la tarde. Llegar y ver Wayna Picchu eclipsó la fatalidad del viaje. La felicidad me invadió nuevamente.
Antes de entrar a la ciudadela, el guarda parques me dijo que ya los huelguistas habían paralizado el tren. A él, Agustín escuché a alguien llamarlo, le tocó caminar 7 horas la semana pasada. Desde la represa, que es donde lo bloquean, hasta su casa.
Entramos 2 veces a Machu Picchu esa tarde. Tienen razón. Es toda una maravilla.
Regresamos a las 2:00 am a Cusco hechas añicos, pero felices.
¡AY LA FELICIDAD!
Esto me pasó por breves minutos. Cuando desperté todavía ebria de alegría, pensé por error en quedarme para conocer más a fondo Cusco, pensamiento que se esfumó en un pestañar cuando los huelguistas protestaban en nuestra calle. Ese es el peligro de la reconciliación, nubla el juicio. Sí, los huelguistas pasaron frente a nuestro hostalito.
Empacamos. Nos dirigimos al aeropuerto. ¡Adiós, Cusco!
-Lima, Perú 7/27/17